Mariupol: El infierno está ahí – testimonio de un sacerdote católico

Según el ejército ruso, hoy martes ha entrado en vigor un nuevo alto el fuego en Ucrania y se han abierto corredores humanitarios en cinco ciudades.  Una de ellas es la ciudad portuaria de Mariúpol en el Mar de Azov, sitiada por las tropas rusas. Ya ha habido cuatro intentos de evacuación y algunas personas pudieron salir de la ciudad durante el fin de semana.

La fundación internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada  (ACN) también tiene proyectos a los que ACN apoya desde hace muchos años en Mariúpol, por ejemplo, con los Padres Paulinos. Desde el 3 de marzo, ACN había perdido el contacto con ellos. El padre Pavlo, uno de los sacerdotes, contactó finalmente a ACN el domingo. El sábado por la tarde habían conseguido salir de Mariúpol con un grupo de 100 autos. Todavía están de camino y no han llegado a un lugar seguro. Pero los padres han vivido un infierno. La fundación ACN quiere compartir el testimonio del padre Pavlo para alentar a la oración y a la solidaridad con las personas en la zona de guerra.

 

“Mariúpol es como el Armagedón, es como el infierno. Por favor, informad al mundo: esto es una tragedia. Los disparos son indiscriminados, toda la ciudad parece un campo de batalla. Las bombas caen por todas partes. Solo se oyen disparos por doquier. Mariúpol es una ciudad cercada por el ejército ruso. La gente permanece en los sótanos”.

 

“Apenas podíamos dormir, nadie podía dormir. De tanto bombardeo, nos dolía todo el cuerpo. Yo me refugié en un rincón para sobrevivir; todos teníamos miedo. Empezamos a construir nuestro monasterio con el apoyo de ACN, pero las obras todavía no están terminadas. Por desgracia, no tenemos sótano, y esos días tampoco teníamos electricidad ni agua ni comida…. solo las provisiones que llevábamos con nosotros. Comí solo una lata en dos días; cuando experimentas algo así, no tienes hambre. Sin comida se puede sobrevivir; pero sin agua, no. La gente salía a la calle en busca de agua y algunos murieron brutalmente por ello. Salir a la calle en Mariúpol es como un suicidio. Nosotros comunicamos a nuestros fieles que no celebraríamos misas porque era demasiado peligroso, que mejor se quedaran en casa”.

“El sábado, nos organizamos en un grupo de un centenar de coches y nos dispusimos a abandonar la ciudad. En todos los puestos de control militares nos dejaron pasar hasta que nos detuvieron los separatistas de la autoproclamada República de Donetsk. No nos permitieron ir más allá, pero sí buscar refugio en un pequeño pueblo. Desde allí, proseguimos dando rodeos. Entre nosotros había mujeres embarazadas y niños. No se me borra la imagen de una mujer embarazada que rogaba a los separatistas de rodillas que nos dejaran pasar, pero no nos lo permitieron”.

 

“No se pueden imaginar lo que hemos visto. Son imágenes que no se pueden olvidar: todo está bombardeado en pedazos por todas partes y hay cadáveres humanos por la calle. Para avanzar teníamos que esquivarlos. Esta tragedia clama al cielo»

 

“Ahora ya estamos fuera de la ciudad y todo el mundo ha intentado salvar su vida y refugiarse en un lugar seguro, pero ¿qué pasa con la gente que no ha podido huir y todavía está en Mariúpol? Con muchas personas no tenemos contacto, no sabemos dónde están y quién sigue vivo. Dios mío, ¿cuándo acabará todo esto? Recen por nosotros”.

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