Esta es la historia de Aparecida, una viuda de 80 años que representa a miles de benefactores de la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en todo el mundo. Al igual que la viuda del relato evangélico, Aparecida no comparte con ACN lo que le sobra, sino aquello a lo que renuncia para poder ayudar a quienes más lo necesitan.
El Evangelio narra la historia de una viuda pobre que, a diferencia de los demás, depositó en el cepillo del templo solo dos pequeñas monedas. Jesús la elogió porque había dado todo lo que tenía, no solo lo que le sobraba (Mc 12,41-44).
Más de dos mil años después, esta historia sigue plenamente vigente. Ese gesto de fe se repite hoy en la vida de Aparecida de Oliveira, una viuda brasileña de 80 años que crió prácticamente sola a sus ocho hijos, uno de ellos sordomudo. A pesar de las dificultades y de contar únicamente con una pequeña pensión mensual, Aparecida —llamada así en honor a Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil— decidió dar un paso más en su generosidad. Después de leer un relato sobre los cristianos perseguidos en el boletín mensual de ACN, comenzó a guardar monedas sueltas en una bolsita de plástico. Cada una de esas pequeñas monedas representaba un sacrificio personal: algo a lo que ella renunciaba para poder añadirlo a la bolsita.
Con el paso de los meses, la bolsita de plástico, que le servía como “caja fuerte”, fue llenándose y adquirió un carácter «sagrado», dedicado a Dios, como ella misma lo describe: «Esas monedas eran sagradas para mí. No se tocaban. Estaban conmigo, pero ya eran de ACN.»
En noviembre, Aparecida llevó su bolsita —ya muy pesada por la cantidad de monedas que contenía— a la misa por los benefactores de ACN en el monasterio de San Benito, en São Paulo, Brasil. Era el día de entregar su ofrenda. Depositó las monedas que había guardado con silenciosa dedicación en las manos del fray Rogério Lima, asistente eclesiástico de la oficina de ACN en Brasil, y le contó brevemente de dónde provenían antes de regresar a su asiento entre los demás feligreses.
El fraile se conmovió tanto con el gesto de esta viuda que decidió compartir su historia durante la homilía. Contó que, aunque la pesada bolsa parecía contener solo monedas, en realidad estaba llena de milagros.
Aparecida representa a miles de benefactores en todo el mundo que, como ella, hacen pequeños sacrificios cada día para ayudar a quienes más lo necesitan a través de ACN. Su fe es testimonio del cuidado constante de Dios. Ella misma invita a confiar en el Señor: “Pueden dar todo lo que Jesús ponga en su corazón, porque Él se encargará de que no les falte nada.”
Gracias a donaciones como la de Aparecida, ACN puede llevar a cabo más de cinco mil proyectos al año en todo el mundo. Son contribuciones, grandes y pequeñas, profundamente significativas que, al unirse, transforman la vida de millones de cristianos que sufren persecución, discriminación o viven en situación de gran necesidad en lugares remotos.