En una década, Burkina Faso se ha convertido en un epicentro de violencia yihadista. Más del 40% del territorio está fuera del control del gobierno. Allí, la Iglesia católica es una de las pocas instituciones que proporciona consuelo material y espiritual. Dos sacerdotes burkineses, que viven en una de las diócesis más atacadas por los yihadistas en estos últimos años, comparten su terrible experiencia y dan testimonio de primera mano a ACN.
«La situación es dramática«, afirma el ecónomo de la diócesis de Nouna, el Padre Bertin Namboho, y el párroco de la aldea de Tansila, en la frontera con Malí, el Padre Jean-Pierre Keita, en una reciente conferencia de prensa de la Fundación Pontificia Internacional ACN.
«Vivimos en un terror constante, y todos conocemos a personas que han sido secuestradas o asesinadas. Los terroristas de Burkina Faso son tan peligrosos como lo era Boko Haram en Nigeria. Cuando te levantas por la mañana, no sabes si todavía seguirás vivo por la noche”, cuenta el padre Bertin. El ecónomo ha sido detenido tres veces en el camino por terroristas, y uno de sus tíos fue asesinado el año pasado.
El padre Jean-Pierre fue secuestrado menos de un mes después del asesinato de su hermano pequeño a finales de mayo de 2023: «Pasé unas horas con los terroristas, con sus armas apuntándome y me interrogaron. No te dan tiempo para pensar y asegurarse así de que no estás mintiendo. Les dije que era sacerdote y que prefería morir que mentir. Al cabo de un rato me dejaron marchar, pero incluso si solo pasas diez minutos con ellos, no sales indemne, es algo que te marca profundamente«, ha asegurado el Padre Jean-Pierre.
Cuando los terroristas lo secuestraron y lo llevaron al bosque, registraron su maletín. Allí llevaba un alba, la estola, un cáliz, su breviario y otras cosas sacerdotales. Cada vez que le interrogaban sobre estos objetos, explicaba lo que eran y aprovechó incluso para hablar de su significado y su valor espiritual. “Incluso si eso significa que te van a cortar el cuello, es posible dar testimonio. Fue un verdadero milagro” dice. El sacerdote burkinés está convencido de que salvó su vida porque demostró que estaba cerca de Dios.
Tansila, parroquia en la frontera con Mali a la que se trasladó en 2022, había sido atacada por los yihadistas y además, habían cortado todo canal de comunicación con el mundo exterior y quemado la gendarmería, entre otras cosas. Por eso antes de trasladarse allí la gente temía por él y le decía: «¡Te van a degollar!«. Pero mi mayor preocupación en ese momento era: “¿cómo puedo ejercer el cuidado pastoral en una región tan complicada?”, contó el sacerdote.
En la zona dependiente de la parroquia encomendada al Padre Jean-Pierre se han producido ocho ataques terroristas en los últimos cinco meses. En la misma población de Tansila, el 15 de abril, la población fue sorprendida por 200 yihadistas que le ordenaron que abandonaran el pueblo antes de las siete de la tarde. “No tuvimos tiempo de recogerlo todo, y como llevábamos dos años sin electricidad, no teníamos dinero en el banco, lo teníamos todo en casa. Así, los terroristas saquearon todo. Hubo un suceso cuyas imágenes no sé cuándo desaparecerán de mi mente: los yihadistas irrumpieron en el hospital y les quitaron los goteros a los pacientes, entre ellos, a un bebé al que yo iba a bautizar pronto. Le quitaron el gotero y murió. Cuando, como pastor de almas, vives una situación como esta, te sangra el corazón”, ha explicado el párroco.
El ejército no pudo acceder a Tansila hasta dos días después, porque los terroristas habían minado la única carretera que conducía a ella. «Durante estos dos días, los terroristas permanecieron en el presbiterio, lo saquearon y destruyeron, y saquearon la iglesia, el altar, el tabernáculo…”.
«Al ver todo eso, rompí a llorar, y comprendí el dolor del pueblo de Israel por la destrucción del Templo. Uno tiene la sensación de haber perdido la identidad religiosa, incluso la dignidad. Y nos hacemos la pregunta: ¿Dónde está nuestro Dios?”.
Desde ese ataque, los soldados han permanecido en Tansila para proteger a los habitantes que han regresado, pero eso no ha impedido que los terroristas atacaran otros pueblos de la parroquia del P. Jean-Pierre. Así, el 15 de diciembre mataron a una veintena de personas en Balavé, a 30 kilómetros de Tansila. “Ser párroco de una parroquia que ha sufrido un ataque tan horrible es muy duro. Con esos cristianos me hago el fuerte para infundirles ánimos, pero confieso que, cuando estoy solo, se me saltan las lágrimas. Es una situación muy difícil.” En Nochebuena, los habitantes de seis de las aldeas de su parroquia fueron desalojados por la fuerza: “Fue una Navidad muy oscura. Hicieron lo de siempre: saquearon todo y lo que no necesitaban lo quemaron para matar de hambre a la gente”.
El padre Bertin, contó durante la conferencia, que Nouna estuvo ocupada por los extremistas entre 2022 y 2024, por tanto no había electricidad, entre otras cosas. Al ser ecónomo, el Padre Bertín tenía que abandonar periódicamente la ciudad de Nouna para hacer gestiones en el banco en Dédougou. También él ha sido arrestado por los extremistas en varias ocasiones: “Ser detenido por al menos cinco o seis terroristas armados da miedo. Me hacían muchas preguntas y me preguntaban a qué me dedicaba. No sabes lo que harán si descubren que eres sacerdote, pero yo no podía mentir”. No obstante, pudo proseguir su camino.
El sacerdote relató cómo el 25 de diciembre también fue atacada la ciudad de Nouna y tres parroquias de la zona. Ha explicado: “La población civil es siempre víctima de los ataques terroristas. Pero cuando saquean iglesias y casas parroquiales, y cuando ya no nos dejan ni tocar la campana para la misa, uno se pregunta las motivaciones que hay detrás de estas acciones”.
En los alrededores de Nouna, las escuelas llevan cerradas más de dos años, y el Padre Jean-Pierre es pesimista respecto al comienzo del curso escolar de este año: “En mi parroquia, los terroristas incendian las escuelas de los pueblos donde no está presente el ejército para impedir que los niños vayan a la escuela”. Además, el P. Bertin ha explicado que, incluso en las pocas escuelas que permanecen abiertas, muchos niños no pueden pagar las tasas escolares a causa de la pobreza y la hambruna provocadas por el terrorismo.
A pesar de vislumbrar un futuro sombrío -según los sacerdotes, el número de terroristas no disminuye-, los burkineses siguen muy unidos a Dios y las vocaciones florecen: “Aunque sea peligroso reunirse para rezar, la gente sigue deseando reunirse y vivir su fe. Tenemos dos nuevos sacerdotes ordenados en junio en la diócesis”, ha declarado el Padre Bertin, y el PadreJean-Pierre coincide con él: “Tenemos esperanza, pues en medio de los atentados la gente preserva su fe. Creemos en un futuro mejor, en un mundo en paz. Creemos en el Príncipe de la Paz”.
Añade: «Damos las gracias a todas las personas que se dejan conmover por esta situación dramática que estamos viviendo y están ayudando en todo lo que pueden. Gracias a ACN porque nos apoyan no solo materialmente, sino también en la oración. Es muy importante saber que no estamos solos. Nos dirigimos a los cómplices del terrorismo en Burkina Faso: «¡Todos somos hermanos en esta tierra!» Todos los días rezamos por las víctimas, por la conversión de nuestros propios corazones y por la conversión de nuestros agresores”.