Entrevista con el padre Josafat Boyko, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado en el país
ACN.- Se cumple un año de la invasión rusa en Ucrania. La Iglesia católica ucraniana, una minoría dentro de un país mayoritariamente ortodoxo, sigue en el frente de la ayuda a los más necesitados y de la esperanza junto a los que más sufren. Está llevando adelante una ingente misión pastoral y asistencial con los más pobres, los heridos, los enfermos y los que lo han perdido todo, en mitad de una gran carestía que afecta a todos. Esto lo conoce bien el padre Josafat Boyko, superior del Instituto del Verbo Encarnado en la diócesis de Ivano-Frankivsk, en el oeste del país. La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) ha hablado con él en el programa «Perseguidos pero no olvidados» de Radio María.
¿Cómo es la situación actual en Ucrania y en la zona donde te encuentras?
Vivo en la parte occidental de Ucrania, la zona más tranquila, aunque también hemos sufrido ataques. Desde hace dos semanas tenemos electricidad las 24 horas del día. Aquí hasta ahora hemos tenido luz solo ciertas horas. Pero la parte oriental y central de Ucrania sigue bajo las bombas, allí continúa la guerra y cada día muere gente. Quiero recordar que este conflicto lo sufrimos desde el 2014, con el conflicto en el Donbás, desde ese año hay tropas rusas que quieren ocupar territorio ucraniano.
¿Cómo se encuentran vuestros compañeros sacerdotes en las zonas ocupadas o en el frente?
Sabemos que muchos nuestros sacerdotes de la Iglesia católica greco-ucraniana y latina han tenido que abandonar sus lugares de trabajo por seguridad. Dos sacerdotes de nuestra congregación están en zona ocupada, no han podido salir, aunque se encuentran bien. Hay otros dos sacerdotes, religiosos Redentoristas, que fueron detenidos por las tropas rusas y nos sabemos cómo están, les han encarcelado. Y hay dos sacerdotes católicos más desparecidos. Pero el número preciso de muertos y heridos nadie lo sabe. Hay ciudades enteras destruidas y más de la mitad de la gente ha huido de sus casas. Hay gente desaparecida y personas que han sido forzadas a huir a Rusia de las que no se sabe casi nada. Los sacerdotes que tienen posibilidad de quedarse con su gente, siguen con ellos. Nuestros sacerdotes también visitan zonas del frente de guerra, siempre que pueden, pero van y vienen, no pueden quedarse por seguridad.
¿Cómo ha cambiado vuestra misión desde el comienzo de la guerra?
Nuestro trabajo se ha incrementado mucho. Aquí en el oeste hemos recibido miles de refugiados, en busca de un lugar seguro, comida, medicinas y una salida del país. A día de hoy seguimos distribuyendo toda la ayuda que recibimos entre los necesitados y cada cierto tiempo mandamos ayuda al centro y el este del país, donde es muy necesaria. Además de esta ayuda social, hay que acompañar psicológicamente y espiritualmente a la gente, para que no pierda la esperanza y no pierda la fe en Dios. Hay mucha gente del este de Ucrania que no tenía fe, porque los largos años de comunismo han destruido todos los valores cristianos y humanos.
¿Qué les decís a los feligreses frente a este horror de un año de guerra?
A veces hay que estar al lado de ellos y eso ya ayuda. A veces rezar o escucharles ayuda. Otras veces, claro, hay que ayudar con bienes materiales, ofrecerles un lugar donde vivir, etc. Pero yo les digo siempre a los refugiados cuando les damos de comer o les buscamos un alojamiento, que lo hacemos porque hay gente creyente, que viven los valores cristianos y como creyentes están impulsados por el Evangelio para ayudar. Ayudamos porque Jesús nos dice que hay que ayudar al prójimo. A veces no entienden esto, pero yo les digo que esta ayuda viene de la gente que trabaja, reza, cree en Dios y participa de los sacramentos. Trato de transmitirles estos valores además de darles ayuda.
¿Has pensado en algún momento abandonar el país, como esos 8 millones de refugiados ucranianos?
Nunca lo he pensado. Desde 2005, cuando regresé de mis estudios en Roma, siempre he querido trabajar entre la gente de mi país. Nuestra zona, el occidente de Ucrania, es de mayoría católica y aquí hay una intensa vida pastoral. Los ucranianos valoran mucho la presencia y la ayuda de los sacerdotes, esto siempre ha sido un motivo de alegría para mí que me ha dado fuerza para continuar en mi país.
¿Cuáles serían vuestras principales necesidades ahora y cómo les podemos ayudar desde aquí?
Primero quiero dar las gracias a todas las personas que nos ayudan desde España, y porque habéis recibido a muchos ucranianos, habéis abierto vuestras casas. Este es el corazón de una Europa cristiana, aunque muchos no quieren hablar de esto hoy en día. Gracias por vuestra ayuda. La principal ayuda es la oración y hablar la verdad sobre la guerra, porque verdaderamente Rusia nos ha invadido y están matando a mucha gente. Así que gracias a Radio María por hablar de esto. Gracias a Ayuda a la Iglesia Necesitada por ayudar materialmente y espiritualmente, porque cuando nos ayudáis a nosotros como pastores, permitís que la gente pueda seguir recibiendo nuestra ayuda.
¿Cuándo va a acabar esta guerra y cómo podemos hacer que termine?
No sabemos cuándo va a acabar. Pero somos creyentes y creemos que Dios va a parar esta guerra en el justo momento. Hemos tenido todo este año muy presente las palabras de la Virgen de Fátima que pidió rezar por la conversión de Rusia, porque si no se convierten estos líderes que han provocado la guerra, esta ideología antihumana y anticristiana se extenderá por todo el mundo. Nosotros sabemos que Dios va a cambiar esto. Durante estos últimos meses hemos podido terminar de construir junto a nuestra parroquia una escuela infantil. Así que mientras en unos lugares de Ucrania están destruyendo escuelas, nosotros construimos esperanza, esto es un testimonio de que tenemos fe en Dios y en que esta guerra va a terminar.