En las condiciones extremas del medio carcelario congoleño, un sacerdote lucha por salvar a los presos del hambre y la desesperación. Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) informa desde la prisión central de Bukavu, en el extremo oriental del país (región de Kivu del Sur), sobre la labor de la Iglesia para con esta población abandonada.
A la entrada del ruinoso edificio de la prisión central de Bukavu, un hombre pequeño, siempre sonriente, es recibido con deferencia y bromeando por el director de la prisión: “Yo no soy el verdadero jefe de esta prisión: lo es él, el padre Adrien”.
No hay nada en su vestimenta que distinga al sacerdote de los presos a los que ha venido a visitar y que se agolpan a su alrededor para saludarle. Atraviesa el patio cubierto de chapas onduladas y con un suelo de cemento desgastado, abarrotado de reclusos a los que llama por su nombre de pila. 2.147 personas viven entre estos muros, erigidos para albergar a 500. No hay sitio ni comida suficiente para todos. “Aquí falta de todo”, resume el padre Adrien mientras charla con sus protegidos.
Entre el humo espeso del carbón de la cocina, levanta una taza de 20 centilitros y explica a ACN: “Esta es la ración diaria de maíz o sorgo que el Gobierno asigna a un preso. Para poder comer lo suficiente, el preso tiene que pagar un extra a los comerciantes que tienen acceso a la cárcel. Afortunadamente, hay organizaciones cristianas que distribuyen gratuitamente alimentos para completar el menú, pero no pueden estar aquí todos los días”, se lamenta el padre Adrien.
La drástica falta de recursos se hace patente en las celdas superpobladas, que carecen de luz eléctrica y ventanas. Más de 300 reclusos tienen que dormir sobre las planchas de hierro de las literas o en el suelo, apiñados. De día y de noche, la oscuridad es tan espesa que se tarda un rato en percibir que hay gente viviendo dentro. El flash de la cámara ilumina los rostros desencajados, que miran al vacío. A pesar del sol que brilla fuera, en el patio, hay presos que no salen porque prefieren quedarse en la celda; este embotamiento puede tener consecuencias dramáticas.
En la enfermería, uno de los jóvenes reclusos tiembla mientras el médico le anuncia que tendrá que cambiarle el vendaje. No tiene más de veinte años y, sin embargo, padece escaras, una enfermedad que normalmente afecta a personas ancianas y dependientes que no se mueven lo suficiente. Lleva días postrado en la cama de su celda y esta insidiosa enfermedad ha penetrado profundamente en su pierna. El médico insiste en que su herida supurante sea fotografiada por ACN: “Quiero que el mundo sepa lo que está pasando aquí. Tenemos que luchar por cosas como desinfectantes y vendas. Aquí, los enfermos graves están condenados”. Esta ‘enfermería’ sirve principalmente para separar a los enfermos de tuberculosis de los presos. Una cama médica y una silla son los únicos muebles disponibles. El médico muestra también a un paciente desnutrido con las costillas salientes. Para él, el remedio no es muy caro, sólo necesita una alimentación adecuada…
Para sacar a los presos de su letargo, el padre Adrien se las ingenia para organizar actividades. Con gesto conspirativo nos muestra un objeto que ha escondido en su bolsa como si fuera un gran tesoro: una copa. El sacerdote prepara un torneo de fútbol con equipos formados por los presos.
Evidentemente, también cumple su función de sacerdote, aportando un soplo de aire fresco a los presos: el padre Adrien acaba de bendecir una nueva capilla en la parte de la cárcel reservada a los menores de 18 años, también se congratula de haber bautizado a nueve presos durante la Semana Santa de 2023. Entre ellos, hay un exsoldado implicado en tráfico de armas y bandidaje: un reincidente múltiple cuya controvertida petición de ser bautizado dio pie a extensos interrogatorios. Al final, el hombre cambió claramente de conducta y recibió el sacramento junto a los otros ocho.
ACN apoya a la diócesis de Bukavu en su labor para con esta población abandonada. Además, la fundación pontificia destina recursos a la construcción de lugares de culto, seminarios y a la formación de seminaristas y sacerdotes. También colabora con las Hijas de la Resurrección, que llevan a cabo diversas actividades sociales: formación para los desfavorecidos, ayuda alimentaria para los más pobres y gestión de un orfanato.