Mons. Aurelio Gazzera, obispo coadjutor de Bangassou en la República Centroafricana desde el año pasado, destacó los importantes avances en las relaciones entre cristianos y musulmanes en ese país, durante su visita a la sede internacional de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
Durante mucho tiempo, el país estuvo desgarrado por conflictos entre dos grandes milicias: los Seleka, una alianza de varios grupos rebeldes predominantemente musulmanes, y los Anti-Balaka, integrados por combatientes cristianos y animistas que se organizaron como milicia de autodefensa frente a los Seleka. Actualmente, existen numerosos grupos armados con composiciones variables, algunos de ellos originados en las dos milicias mencionadas. Aunque la situación sigue siendo inestable, las relaciones actuales entre miembros de ambas religiones muestran que los esfuerzos de quienes han trabajado por la paz están dando frutos duraderos.
“Hoy en día, las relaciones entre cristianos y musulmanes son bastante buenas, y todos procuran no provocar ningún conflicto. Hemos aprendido de la historia”, explica Mons. Aurelio Gazzera. “Por ejemplo, algo que me conmovió profundamente fue que el imán local participara en la misa de Navidad en la parroquia donde la celebré”.
Con más de 30 años de experiencia misionera en el corazón de un país marcado por la guerra y las tensiones, el obispo recalca: “En 2013, la guerra se presentaba como un conflicto religioso entre musulmanes y cristianos, pero eso no era verdad. Fue, sobre todo, un conflicto étnico y político, aunque los implicados pertenecieran a religiones diferentes”.
Mons. Gazzera recuerda el valor de muchos religiosos y sacerdotes católicos que, durante la guerra, defendieron a sus hermanos musulmanes. Narra, por ejemplo, la historia de unos refugiados musulmanes que fueron acogidos por una comunidad religiosa: “Los Anti-Balaka irrumpieron en la escuela de las religiosas, donde estaban alojados los refugiados, y se los llevaron. Entonces, una de las religiosas, poniendo en riesgo su vida, fue a ver al líder de la milicia y le dijo: ‘¡Eres un criminal! No tienes derecho a entrar en un lugar donde hay refugiados. Debes liberarlos’. Y el cabecilla lo hizo”.
El obispo también destaca la influencia de la visita del Papa Francisco a Bangui hace diez años. En ese entonces, la situación era extremadamente tensa y reinaba un ambiente de odio y deseo de venganza en ambos bandos. Debido a la violencia, se había desaconsejado al Papa visitar el país: “El día de la misa en el estadio, el 30 de noviembre de 2015, la llegada del imán Omar Kobine Lamaya, presidente del Alto Consejo Islámico de la República Centroafricana –recibido con entusiasmo por los fieles–, fue un momento inolvidable de fraternidad”, recuerda Mons. Gazzera. “Ese gesto, y la visita del Papa en general, fomentaron el diálogo interreligioso en un momento de gran tensión”.
Ahora que la República Centroafricana acaba de celebrar 130 años de evangelización, Mons. Gazzera expresa su esperanza en un futuro mejor: “Mi sueño es que la República Centroafricana encuentre la paz y que su población pueda vivir con dignidad y solidaridad. Este país tiene mucho que ofrecer si trabajamos todos juntos”, asegura.
El obispo considera fundamental el ejemplo de Barthélemy Boganda, el primer sacerdote centroafricano y padre fundador de la nación: “Boganda tenía una gran visión para este país. Debemos recordar su lema: unidad, dignidad y trabajo”, afirmó.
En un mensaje publicado a principios de año, los obispos centroafricanos subrayaron que las diferencias étnicas y religiosas deben valorarse como “fuente de enriquecimiento mutuo y, sobre todo, como reflejo de la identidad de Dios mismo: una sola naturaleza en tres personas distintas”. En el mismo documento, animan a la Iglesia y a la nación a “erradicar de su interior las semillas de la división y el tribalismo”.