“Muchos de nuestros benefactores latinoamericanos pasan necesidad, pero saben que existen cristianos cuya situación es aún más precaria»

Regina Lynch, presidenta ejecutiva de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), regresó recientemente de una gira por las oficinas nacionales de América Latina. Tras su viaje a Chile, Brasil, Colombia y México, habló de los desafíos a los que se enfrentan estos países.

Acaba de regresar de un viaje a las oficinas nacionales de América Latina. ¿Por qué las eligió para su primera visita como presidente?

Me interesaba mucho visitar las oficinas latinoamericanas, ya que estos países han sido receptores de ayuda, pero ahora también tienen su propia recaudación de fondos, y pensé que era importante destacarlo. Es maravilloso que la gente pueda mirar más allá de sus propias dificultades y darse cuenta de que existen cristianos en otros países cuya situación es aún más precaria. 

 

Su primera escala fue Chile. ¿Cómo describiría la situación allí en este momento?

Chile fue, de hecho, la primera Iglesia en Iberoamérica a la que ayudamos, allá por 1962, por lo que ha pasado bastante tiempo desde entonces. Es un país que ha experimentado una larga historia de conflictos políticos; la Iglesia también ha sufrido en los últimos años debido a los escándalos de abuso sexual, y desde 2019 ha habido una serie de ataques incendiarios a iglesias y capillas, que continúan hasta el día de hoy. La situación no es fácil en estos momentos, y tampoco es sencillo para una organización católica como la nuestra solicitar ayuda para los cristianos que sufren en otras partes del mundo. Sin embargo, nuestros benefactores nos apoyan, y creo que esto se debe a que son muy conscientes de lo difícil que es su propia situación.

Usted mencionó que Chile fue uno de los primeros países en recibir apoyo de ACN. ¿Sigue la fundación desarrollando proyectos en Chile?

En Chile nos concentramos principalmente en la formación, tanto de seminaristas como de laicos. En tiempos difíciles para la sociedad, es muy importante que la fe tenga bases sólidas y que las personas la comprendan en profundidad. Lamentablemente, debido a los ataques a las iglesias y capillas, también se nos solicita ayuda para la renovación y reconstrucción de las iglesias dañadas por los incendios. 

 

¿Qué aspecto le impresionó más durante su visita?

Visitamos muchas parroquias pobres donde la violencia relacionada con el narcotráfico es muy elevada. Sin embargo, fue muy alentador ver muchas comunidades religiosas nuevas, de países como Brasil y Argentina, e incluso a dos sacerdotes de Nigeria, llenos de espíritu misionero, que están muy cercanos a las personas más necesitadas, brindándoles apoyo y renovando su esperanza en la fe. 

 

Su siguiente escala fue Brasil, un país con el que ACN lleva trabajando muchos años.

Sí, de hecho, desde los años sesenta. Hace aproximadamente 25 años, establecimos una oficina nacional para ver si este país, receptor de ayuda, podía también convertirse en un país donante, y ha tenido tanto éxito que ahora financia gran parte de los proyectos que ACN apoya en Brasil.

Me impresionó, y considero significativo, que la mayoría de nuestros donantes en Brasil son personas de escasos recursos. La donación promedio en Brasil es de alrededor de cuantro euros, y muchos de estos benefactores son personas que viven en favelas, luchando por sobrevivir y haciendo grandes sacrificios para apoyar a ACN. Por ejemplo, hay una señora que se gana la vida lavando ropa y dona lo que gana los sábados a ACN. Es el fiel reflejo de la parábola del óbolo de la viuda. 

Usted ha mencionado la pobreza, y ACN tiene muchos proyectos en las zonas más pobres de Brasil, como la región amazónica, pero ¿a qué otros desafíos se enfrenta la Iglesia?

Aunque los católicos siguen siendo alrededor del 60 al 65% de la población, cada año ese número disminuye. Existen numerosas sectas evangélicas y los católicos abandonan la Iglesia para unirse a estas sectas. Además, hay mucha violencia relacionada con el narcotráfico. Visité algunas zonas muy empobrecidas de São Paulo, donde ni siquiera la policía se atreve a entrar. No obstante, me impresionaron profundamente los nuevos movimientos eclesiales que operan en estas áreas, compuestos por laicos consagrados y sacerdotes que viven en las favelas y que desempeñan un papel fundamental en la evangelización, incluyendo la creación de escuelas. Son altamente respetados por las comunidades locales.

Otra cosa que me pareció muy inspiradora fue visitar una capilla en un centro comercial en Río de Janeiro. En Río, existen cinco o seis capillas en centros comerciales bajo la responsabilidad de la archidiócesis; esta iniciativa representa una manera innovadora de llegar al público de a pie, ofreciéndole misa diaria, confesión y formación en la fe. Es muy innovador. Está en la línea de la llamada del Papa Francisco a salir y evangelizar en las periferias. En muchos países de América Latina se está produciendo un gran éxodo hacia las zonas urbanas, por lo que la Iglesia tiene que estar allí presente. Si las personas no vienen a las parroquias, hay que ir a donde están ellas. 

Después visitó Colombia, ¿qué le llamo la atención en especial en este país?

Colombia sigue teniendo muchas vocaciones al sacerdocio, a pesar de haber conocido una violencia extrema, con la guerrilla y el problema del narcotráfico, como en muchos países iberoamericanos. Además, Colombia ha legalizado el aborto y la eutanasia, lo que representa un desafío para la Iglesia, que debe guiar a su pueblo por estos territorios difíciles. 

La Iglesia en Colombia también ha desempeñado un papel muy importante para apoyar a Venezuela. Ha acogido a muchos refugiados de este país, y los obispos también han estado muy cercanos a sus hermanos obispos de Venezuela, para mostrar solidaridad y encontrar la mejor manera de ayudar a los refugiados.

 

Su viaje concluyó en México, un país donde varios sacerdotes han sido asesinados recientemente…

En México nos reunimos con la Conferencia Episcopal, para conocer la situación tanto de la sociedad como de la Iglesia en el país. México es uno de los países más peligrosos del mundo para los sacerdotes. Hace poco más de un año fueron asesinados dos jesuitas. Hay mucho crimen organizado, anticlericalismo, una larga historia de persecución a la Iglesia. Si alguien, cualquier sacerdote, se atreve a hablar de estos temas puede pagarlo con su vida. 

Actualmente, ACN está apoyando un proceso de diálogo nacional por la paz en Puebla, que reúne a obispos católicos, religiosos, laicos y otros grupos para buscar vías que permitan a la Iglesia avanzar y contribuir a la consecución de la paz en la sociedad; esta iniciativa surgió tras el asesinato de los dos jesuitas. Creemos que, si existe alguna esperanza de cambio en la sociedad mexicana, la Iglesia es la mejor posicionada para ser un instrumento de cambio. 

Además, está toda la cuestión de los migrantes procedentes de América Central o del Sur que atraviesan México en su camino hacia Estados Unidos. Son víctimas de mucha violencia perpetrada por grupos organizados, líderes del narcotráfico, bandidos e incluso, en ocasiones, autoridades locales. La Iglesia es uno de los pocos organismos que tiende la mano solidariamente y brinda apoyo tanto social como pastoral a estos migrantes. Me da la impresión de que esta labor no siempre es reconocida adecuadamente por las autoridades estatales, lo cual es realmente lamentable.

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