En la antigua nación cristiana de Etiopía hay grupos nómadas que nunca han oído hablar del Evangelio. Los espiritanos trabajan con estas comunidades para difundir la Buena Nueva y evangelizar la cultura, lo que implica un diálogo con tradiciones controvertidas.
“El carisma de mi congregación es acudir adonde la Iglesia carece de personal o adonde nadie más va”, explica el padre Kilimpe Garbicha, superior provincial de la Congregación del Espíritu Santo en Etiopía desde 2022.
Salir a las periferias
“Los espiritanos llegaron a Etiopía en 1972. Por eso estamos presentes en zonas rurales remotas, donde atendemos a nómadas que nunca han oído hablar de Jesús”, relata el padre Kilimpe.
En el suroeste del país, en el valle del río Omo, los misioneros conviven con el pueblo nómada hamar. “Esta gente vive su propia cultura y nosotros queremos dialogar con ella”, afirma.
Uno de los rituales más conocidos es el salto del toro, un rito de iniciación para jóvenes varones: colocan cuatro o cinco vacas una al lado de otra y el joven debe saltar y caminar sobre ellas varias veces. Hoy, este rito también se ha convertido en una atracción turística que genera ingresos para esta región empobrecida.
“Les quedan grandes cicatrices en el cuerpo”
El padre Kilimpe muestra preocupación por otra parte del ritual: durante la celebración, las mujeres y niñas —familiares o visitantes— piden ser azotadas con ramas como muestra de alegría.
“Los azotes son muy crueles y dejan huellas en el cuerpo. He visto a mujeres sangrar por heridas que luego se convierten en cicatrices profundas”, señala.
Relata con dolor un caso en particular: “Vi a una niña de nueve o diez años pedir que la azotaran. Su madre se negó, pero el resto de la familia lo permitió. Mientras recibía el latigazo, ella sonreía. Para mí fue inaceptable. Vi la herida en su cuerpo y me afectó mucho. Casi me deja una marca a mí”.
Evangelizar con respeto y diálogo
“Como misionero, me siento llamado a hacer algo. Es parte de la evangelización, un diálogo con la cultura”, explica. “Se trata de pequeñas conversaciones, sin juzgar. Pueden mantener sus costumbres, pero ¿podemos hacerlo de otra manera que no dañe el cuerpo de las personas? Es un proceso lento que requiere mucho diálogo”.
El padre Kilimpe insiste en que no buscan menospreciar las tradiciones, sino acompañarlas:
“No quiero que la gente vea su cultura como algo malo. Dialogamos con la cultura y la evangelizamos. No creamos divisiones: creamos unidad, aprendemos su idioma, vivimos como ellos y buscamos en su cultura aquello que los acerque al Evangelio”.
Un enfoque integral
Etiopía tiene una larga tradición cristiana, mayoritariamente ortodoxa. Los católicos son minoría, pero, según el padre Kilimpe, aportan un enfoque holístico a la misión:
“El corazón, la mente y el cuerpo necesitan ser alimentados. Nuestra labor va desde cuestionar prácticas dañinas hasta proveer agua y fomentar la educación de las niñas”.
Además de la misión con los hamar, los espiritanos dirigen parroquias, gestionan escuelas, acompañan a prisioneros, participan en proyectos humanitarios y sirven como capellanes en la oficina de la Unión Africana en Adís Abeba.
El padre Kilimpe agradece el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN):
“En los últimos cinco años, ACN nos ha ayudado en más de diez proyectos: renovación y construcción de iglesias, transporte, estipendios de misa y traducción de textos a lenguas locales”.