Con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado del 29 de septiembre, la Fundación Pontificia Internacional ACN dirije la mirada a los migrantes, que constituyen una parte muy significativa de la comunidad cristiana allí. La Iglesia en Tierra Santa lucha en primera línea por sus derechos.
Los cristianos viven en Tierra Santa desde los primeros tiempos de la Iglesia, pero las comunidades cristianas palestinas autóctonas atraviesan actualmente dificultades por diversas razones. Gran parte de los cristianos que viven en Israel son en realidad inmigrantes y solicitantes de asilo y muchos soportan una vida aún más dura que la de sus hermanos en la fe.
Las cifras oficiales son difíciles de obtener, pero según varias fuentes del Patriarcado Latino de Jerusalén (PLJ), hasta 85.000 personas podrían pertenecer al Vicariato para Migrantes y Solicitantes de Asilo (VMSA). Este se estableció oficialmente bajo el Patriarcado Latino de Jerusalén en noviembre de 2021, con el fin de apoyar la pastoral entre los cristianos en dicha situación. “Es realmente difícil hacer una estimación y es probable que esta comunidad sea mucho mayor de lo que la gente piensa, pero sin duda es un número grande”, ha asegurado la hermana Gabriele Penka, administradora del vicariato, en un encuentro con una delegación de ACN en la sede del PLJ.
La gran mayoría de estos cristianos son inmigrantes pobres que viajan a Israel en busca de trabajo y que a menudo soportan condiciones muy duras al realizar trabajos que nadie quiere hacer. Algunos de ellos están legalizados, pero muchos son inmigrantes indocumentados. Es posible que una gran parte fueran legales cuando entraron en Israel, pero sus visados han caducado sin que hayan abandonado el país.
“Los inmigrantes legales están protegidos hasta cierto punto por las leyes, mientras que los ilegales llevan una vida extremadamente difícil”, explica Sami el-Yousef, director general del patriarcado latino. Así, por ejemplo, “no tienen derecho a llevar gratis a sus hijos a la guardería, pero como necesitan trabajar, tienen que pagar por ese servicio y eso se lleva la mayor parte de sus ingresos”.
En muchos casos, los permisos de los trabajadores estipulan que no pueden tener hijos ni casarse, si lo hacen se convierten inmediatamente en ilegales y sus hijos apenas tienen derechos.
La situación de los solicitantes de asilo puede ser aún más complicada: “Israel les dice que tienen que trabajar y presentar una nómina para obtener un visado, al mismo tiempo, Israel no declara oficialmente que tienen derecho a trabajar. Les dicen que necesitan una nómina, pero sin documentos es casi imposible conseguir una”, explica la hermana Gabriele. “Hemos acudido a todos los ministerios relacionados con este asunto y nadie ha sido capaz de darnos una respuesta clara sobre cuál es el estatus legal de estas personas”.
Lo peor para muchos de estos cristianos es que el Gobierno puede deportarlos en cualquier momento a sus países de origen. “Podríamos perder a 20.000 de ellos de un momento a otro, si Israel así lo decidiera”, indica Sami el-Yousef. El director general del PLJ recuerda un episodio de hace unos años, cuando el Gobierno llegó a un acuerdo con Etiopía para deportar a varios miles de solicitantes de asilo. De momento, la hermana Gabriele cree que hay poco riesgo de deportaciones masivas: “Israel se beneficia de esta comunidad y por eso hace la vista gorda. Siempre los dejan en un limbo”.
A corto plazo, la expectativa es que su número aumente significativamente. Desde los atentados terroristas del 7 de octubre, desencadenantes de la guerra actual entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, Israel niega a la inmensa mayoría de palestinos la entrada en su territorio para trabajar, y actualmente planea sustituirlos por inmigrantes, concretamente, de la India. Según la hermana Gabriele, “hay nuevos acuerdos para que entren trabajadores de la construcción. Hemos pedido a nuestros sacerdotes indios que cuenten con la llegada de otros 40.000 cristianos de la India, pero dicen que probablemente sean menos porque esta nueva oleada seguramente será mayoritariamente hindú, puesto que procederán de estados con menos cristianos”.
El patriarcado latino hace lo que puede para contribuir a mejorar la situación de estos cristianos, proporcionándoles ayuda humanitaria y gestionando guarderías para aquellos cuyos hijos no tienen derecho a educación preescolar gratuita por parte del Estado israelí. “Tenemos varios programas de guarderías. Cuando los emigrantes tienen hijos, si no tienen un lugar donde dejarlos, no pueden trabajar, hemos presenciado situaciones muy dramáticas en este sentido. En Jerusalén, contamos con un programa extraescolar para que los adolescentes tengan a dónde ir por la tarde. Tenemos voluntarios israelíes que ayudan con los deberes y otras tareas, también gestionamos un hogar en Jerusalén para entre diez u once jóvenes procedentes de familias que no pueden proporcionarles un hogar estable. Se quedan con nosotros durante la semana y el fin de semana vuelven con sus familias”, enumera la hermana Gabriele.
El patriarcado también está ayudando a encontrar sacerdotes que celebren los sacramentos para estas comunidades en sus respectivas lenguas, aunque, en la mayoría de los casos, no hay Iglesias disponibles en los lugares donde viven.
«Son una presencia que fluctúa, pero está ahí. Tenemos 60 comunidades en todo el país, en lugares donde no ha habido tradicionalmente presencia cristiana, y por lo general tienen que reunirse el viernes o el sábado, que es el fin de semana en Israel, cuando no hay transporte público. La mayor parte del dinero que asignamos a VMAS se destina al alquiler de espacios donde la gente puede reunirse y orar, y esta es una gran cantidad de dinero. Estamos buscando opciones de compra, pero los precios no son asequibles «, dice el patriarca latino Pierbattista Pizzaballa, durante un encuentro con la delegación de ACN que visitó Tierra Santa.
A veces, en lugar de apartamentos, los inmigrantes se las arreglan para alquilar gimnasios, pero a menudo celebran la misa en sus propias casas. “En algunos casos vemos como, por ejemplo, los esrilanqueses celebran la misa en las casas de un compatriota budista porque es la más grande”, explica la hermana Gabriele.
Un testimonio de valores cristianos
Los inmigrantes y solicitantes de asilo acuden a Israel con la esperanza de labrarse un futuro mejor, pero una consecuencia no prevista de su presencia es que son una manifestación del cristianismo para la comunidad judía local, explica George Akroush, director de la Oficina de Desarrollo de Proyectos del PLJ: “Muchos inmigrantes, en su mayoría mujeres jóvenes, trabajan como cuidadoras de ancianos. Con su presencia en los hogares de las familias locales ofrecen a la comunidad judía una perspectiva diferente de la Iglesia católica y así tienden puentes”, afirma Akroush.
Sin embargo, no solo la comunidad judía se beneficia de este ejemplo. “Muchos de los cristianos autóctonos, incluso los que no lo necesitan, esperan que la Iglesia les proporcione ayuda y piensan que la Iglesia es rica”, afirma George Akroush. “En cambio, los miembros del VMSA son todo lo contrario: no tienen nada, pero dan a la Iglesia. Así, con su ejemplo, están fortaleciendo la fe de los cristianos autóctonos. Cuando vemos a estos inmigrantes, nos sentimos alentados, no estamos solos, estas personas vienen aquí y viven en condiciones más difíciles que nosotros”.
En la actualidad, el VMSA cuenta con más de 64 sacerdotes y religiosas que atienden las necesidades pastorales y que reciben apoyo financiero del PLJ. Además, el patriarcado también financia campamentos de verano para niños, así como asesoramiento matrimonial, estudios bíblicos y liturgias. Otros gastos importantes son el seguro médico de los sacerdotes y religiosas, y las guarderías.
ACN está apoyando al Vicariato para Migrantes y Solicitantes de Asilo en Tierra Santa a través de algunos de sus proyectos desarrollados con el Patriarcado Latino de Jerusalén, incluida la financiación de campamentos de verano para los niños de estas comunidades.