Shagufta Kausar fue acusada falsamente de blasfemia y ocho años encarcelada en Pakistán. Durante casi ocho años permaneció separada de su familia, a su marido lo golpearon y torturaron, y a ambos los presionaron para que se convirtieran al islam. Ahora, una vez recuperada la libertad, Kausar cuenta a ACN en una entrevista cómo extrajo fuerzas de su fe.
Señora Kausar, usted fue acusada injustamente de blasfemia y, a pesar de ser inocente, pasó casi ocho años en una cárcel pakistaní. Finalmente, fue puesta en libertad, ¿cómo es ser cristiano en Pakistán?
En Pakistán hay persecución contra los cristianos: muchos son acusados injustamente de blasfemia y encarcelados. Para nosotros, incluso las cosas sencillas de la vida cotidiana pueden complicarse, porque te puede acusar cualquier vecino o, como ocurrió en el caso de Sarghoda, donde un lechero acusó a una persona falsamente de haber quemado una página del Corán.
¿De dónde extrajo fuerzas para soportar tantos años de encarcelamiento y separación de sus seres queridos?
A pesar de no tener teléfono móvil, fui acusada de haber enviado un mensaje de texto blasfemo, tras lo cual fui encarcelada en régimen de aislamiento. Cuando fui condenada a muerte, sufrí a causa del calor, el hambre y la separación de mi familia. Lo único que me sustentó, convirtiéndose en una fuente de serenidad, fue mi fe en Jesucristo. Leí en Mateo 6:27: “¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?” Medité y reflexioné sobre mi fe y me sentí fortalecida. Ya no estaba sola; Dios estaba conmigo en la lucha entre la vida y la muerte.
¿Qué impacto tuvo toda esa situación en su familia y sus amigos?
Cuando estaba en la cárcel esperaba poder recibir visitas de mis hijos, pero durante tres años no me permitieron verlos. A los niños varones se los llevaron a un centro de protección estatal. Estaban aterrorizados, porque al ser menores veían en ellos a hijos de una persona que había cometido blasfemia, por lo que la gente tenía prejuicios frente a ellos y los mantenían aislados. Mi marido, que sufre una discapacidad, también fue detenido. En la cárcel lo colgaron cabeza abajo y lo golpearon para obligarlo a admitir que habíamos cometido blasfemia. Sin embargo, éramos inocentes y no podíamos confesar algo que no habíamos hecho. Nos presionaron para que nos convirtiéramos al islam, pero nos negamos porque apreciamos nuestra fe en Jesucristo. Mi hermano y mi cuñada hicieron lo que pudieron para que yo recibiera asistencia jurídica, y también la Unión Europea se implicó en demostrar mi inocencia. Tuve suerte, mientras que muchos otros siguen en prisión. Si Pakistán no hace algo para impedir que se siga abusando de esta ley, habrá muchas más Asia Bibis y Shagufta Kausers.
Muchos de nuestros benefactores entregan generosos donativos para ayudar a los cristianos de Pakistán, ¿tiene algún mensaje para ellos?
Pakistán es un país muy pobre donde los cristianos son los más pobres de entre los pobres. Como profesan una fe diferente de la de la mayoría de la población, acaban siendo discriminados y marginados. Si eres cristiano en Pakistán y te acusan de blasfemia, ningún abogado de oficio querrá llevar tu caso y ningún juez dictará de buen grado una sentencia justa, pues ya se han dado casos de abogados o incluso de jueces asesinados a manos de grupos radicales por declarar inocentes a cristianos. Esto significa que los cristianos necesitan ayuda económica para contratar a un abogado. Por estas razones, a los cristianos nos resulta difícil sobrevivir como ciudadanos y como cristianos. Gracias a los benefactores de ACN y a tantos otros amigos del mundo entero que nos apoyan, logramos no solo sobrevivir, sino también profesar nuestra fe.