El terrorismo gana terreno en Burkina Faso mientras los yihadistas ponen sus miras en sacerdotes y religiosos

Unas semanas después del segundo golpe de Estado del 30 de septiembre en Uagadugú, la población sigue sin ver claro el futuro del país, esto afecta sobre todo a los cristianos, especialmente amenazados. 

Ocho meses después del primer golpe de Estado del teniente coronel Damiba, que depuso al presidente Kaboré, otro militar, el capitán Ibrahim Traoré, se hizo con el poder el 30 de septiembre. Mientras que el primer golpe suscitó esperanzas entre la población burkinesa, este segundo golpe plantea muchos interrogantes acerca de la voluntad real de los militares de tomar el control sobre el país para combatir de una vez por todas el terrorismo que viene asolando el país desde 2015.

“Todavía no sabemos qué hará el capitán Traoré, pero, mientras esperamos, el terrorismo no hace más que avanzar”, explicaen una visita a la sede internacional de la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) el P. Alain Tougma, superior en África de los Hermanos Misioneros del Campo, cuya comunidad fue expulsada hace unos meses de la localidad de Pama. Dicha ciudad, situada en el este del país, en la diócesis de Fada N’Gourma, está bloqueada por los terroristas desde el pasado mes de marzo. “Nos dieron un ultimátum de diez días para abandonar la ciudad”, ha explicado el P. Alain durante la entrevista a ACN, “como los sacerdotes y las religiosas son uno de los objetivos preferentes de los terroristas, nuestro obispo nos indicó que nos fuéramos”. Desde entonces, el P. Alain permanece junto a sus hermanos en Uagadugú, la capital, donde dirigen un centro de formación, con la esperanza de que se ponga coto a este dramático aumento del terrorismo lo antes posible. “No sabemos cómo llamarlos, terroristas o yihadistas”, explica el P. Pierre Rouamba, superior general de la orden, también presente durante la visita, añadiendo: “Ni siquiera sabemos quiénes son realmente”.

No obstante, la voluntad de convertir a personas al islam es explícita: así, en los alrededores de Pama, los yihadistas obligan a los varones a ir a la mezquita para asistir a las predicaciones e imponen normas de vestimenta (uso del velo, largo de los pantalones, etc.). En algunos pueblos, permiten el culto católico pero exigen que hombres y mujeres se sienten en bancos separados. Los yihadistas siembran el terror: matan a un campesino en un campo y degüellan a otro en el campo de al lado. Toda la población ha emprendido la huida, dejando campos y cosechas en manos del enemigo… y así, este se apodera de zonas cada vez más extensas. A finales de junio, las cifras oficiales indicaban que los terroristas ocupaban el 40% del territorio. “Hoy,  probablemente es más”, afirma el P. Pierre, quien explica que su comunidad, que también estaba presente en Ouahigouya, en la frontera con Malí, fue atacada el pasado mes de febrero. “Saquearon todo y lo quemaron todo. Ya no podemos regresar allí. Al seminario menor también le prendieron fuego…”. Según asegura, los ataques se dirigen cada vez más contra los cristianos. A veces no se conforman con quemar un edificio cristiano, sino que también destrozan las cruces, mostrando claramente su deseo de suprimir la fe cristiana.

Este sacerdote burkinés señala que en la actualidad hay más de 1,7 millones de desplazados en el país, y describe cómo el país está sumido en el caos. “En mi país, el inicio del curso escolar suele ser en octubre, pero este año hay muchas escuelas cerradas”. Además, los desplazados no tienen acceso a la escuela o no pueden pagar las tasas escolares. “Nos llegan los gritos de socorro de muchos de nuestros feligreses para que los ayudemos y les demos comida, pero no podemos satisfacer todas las peticiones”, dice entristecido.

La radio es uno de los medios clave para comunicarse con los desplazados y los feligreses, y, sobre todo, con los pocos que permanecen en la ciudad de Pama. Gracias a ella, pueden escuchar misa y rezar en comunión con el resto de la comunidad parroquial. “A través de la radio animamos a la población. La gente necesitada deposita en nosotros su esperanza”, explica el padre, que le está profundamente agradecido a ACN por haber contribuido a la financiación de estas emisoras de radio.

A la espera de un futuro mejor, el P. Pierre y el P. Alain no pierden la esperanza, pues confían en la presencia de Dios: “Viéndonos en medio de la tormenta, Dios no se quedará de brazos cruzados”.

 

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