Durante una visita a la sede internacional de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), el cardenal Désiré Tzarahazana destacó la urgencia de vivir una fe auténtica y comprometida. Ante los numerosos problemas sociales que desde hace tiempo afectan a Madagascar, también subrayó la importancia de la pastoral como vía para que el Evangelio transforme los corazones y la sociedad.
“¿Cómo vivir el Evangelio y transmitirlo de tal forma que las personas tengan una fe profunda, firme y capaz de transformar nuestras vidas de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia?”. Esta es la pregunta que inquieta al cardenal Désiré Tzarahazana, arzobispo de Toamasina, durante su visita a la sede internacional de ACN. Aunque gran parte de la clase dirigente del país está compuesta por cristianos de distintas confesiones, Madagascar se hunde cada vez más en la corrupción y la injusticia social. “¿Por qué nuestro país se deteriora progresivamente? Debe haber un problema con nuestra fe”, reflexiona el cardenal, y añade con tristeza: “No podemos servir a Jesús en la Iglesia y al diablo, el padre de la mentira y la hipocresía, fuera de ella”.
La fe parece estar muy presente en Madagascar, pues las iglesias suelen estar llenas. Sin embargo, el cardenal se pregunta hasta qué punto esa fe es genuina: “¿Rezamos solo porque los demás lo hacen? ¿O lo hacemos realmente por convicción?”. El cambio en la sociedad solo puede surgir desde el interior, y para lograrlo, está convencido de que la Iglesia y el clero deben dar ejemplo: “El cambio debe comenzar por nosotros. ¿Estamos realmente convencidos del Evangelio?”, cuestiona.
Por ello, señala que la formación de los futuros sacerdotes es de vital importancia. Actualmente, ACN colabora en el financiamiento del seminario interdiocesano inaugurado a finales de 2022, y continúa apoyando a la diócesis en la formación sacerdotal. “Es fundamental que estos jóvenes reciban una formación sólida, tanto intelectual como espiritual, para que el prestigio asociado al sacerdocio no los perjudique”, subraya el cardenal. “El discernimiento vocacional en sí mismo ya representa un gran desafío para nosotros”.
A pesar de todas estas dificultades, la arquidiócesis de Toamasina es muy activa. “Hay muchos proyectos sociales y se presta especial atención a los más pobres entre los pobres”, explica Maxime François-Marsal, director de proyectos de ACN para los países francófonos de África Central, quien visitó recientemente Madagascar. “La labor de la Iglesia en favor de la sociedad es admirable; hace mucho con muy pocos recursos. Los retos son enormes, ya que el país está subdesarrollado y es extremadamente pobre. Además, muchas comunidades católicas están aisladas por la falta de carreteras”. Y agrega: “La población se duplica cada 25 años, y el cambio climático está convirtiendo al país en un desierto. Por ejemplo, la parte sur de la isla lleva más de tres años en sequía. Madagascar figura en la lista de los países menos desarrollados de las Naciones Unidas. Y, por si fuera poco, la situación de seguridad es crítica: un tercio del país se encuentra en la ‘zona roja’, es decir, regiones peligrosas”.
“Frente a esta situación, muchos jóvenes sueñan con emigrar debido a la falta de oportunidades”, lamenta el cardenal Tzarahazana. “Muchas jóvenes aspiran a casarse con un extranjero para escapar de la pobreza”.
El año pasado, el cardenal logró fortalecer la vida pastoral y espiritual de su diócesis con la ayuda de ACN. Entre los proyectos realizados se destaca un encuentro de dos días para 320 catequistas, organizado por él mismo con el apoyo de la fundación pontificia. En Madagascar, los catequistas tienen un rol fundamental en la transmisión de la fe, especialmente en las regiones remotas donde la presencia de sacerdotes es escasa: “Son los catequistas quienes impulsan el Evangelio”, recalca el cardenal. “Están profundamente arraigados en la fe y, por ello, sirven a la Iglesia con gran devoción, incluso como voluntarios”.
Con la mirada puesta en el futuro, desea seguir profundizando en la dimensión pastoral y espiritual de su arquidiócesis. Su gran anhelo es contar con una comunidad contemplativa: “Todavía no tenemos un convento de clausura, pero no por falta de vocaciones, sino por la carencia de infraestructura. Brindar un lugar donde los religiosos puedan establecerse es una de mis prioridades”, afirma Tzarahazana.
La ayuda de ACN, que ha financiado más de 380 proyectos en Madagascar durante los últimos cinco años, incluye también el apoyo a los sacerdotes de la arquidiócesis de Toamasina, especialmente mediante retiros espirituales y estipendios de misa. El cardenal expresó su profundo agradecimiento por el respaldo recibido: “Muchas gracias a ACN, un amigo fiel cuyo apoyo económico nos permite enfrentar los retos cotidianos. Su ayuda generosa y compromiso inquebrantable son un apoyo invaluable para nuestra misión”.