El domingo 3 de marzo de 2024, el gobierno haitiano declaró el estado de emergencia durante 72 horas, después de que bandas armadas asaltaran la prisión nacional de Puerto Príncipe. Haití se hunde cada vez más en el caos. La vida pastoral se ve gravemente afectada por la violencia y los constantes secuestros, pero los fieles desafían los peligros a la hora de vivir su fe. ACN habló con Monseñor Max Leroy Mésidor, Arzobispo metropolitano de Puerto Príncipe y presidente de la Conferencia Episcopal Haitiana sobre la situación de la Iglesia en su país. La entrevista con el Arzobispo se realizó la semana pasada, antes de la gran fuga de presos que tuvo lugar el domingo 3 de marzo en Puerto Príncipe.
Desde hace varios años, Haití atraviesa un periodo de profunda inestabilidad. La violencia se agrava día a día, y algunos ya hablan de una ‘guerra civil de baja intensidad’…
Sí, el país verdaderamente sufre la amenaza de una guerra civil. Las bandas armadas son como un ejército organizado, porque están muy bien equipadas, y la policía no es capaz de hacerles frente. En ciertas zonas, como donde yo vivo, hay grupos que intentan plantar cara a las bandas, por lo que, a menudo, hay enfrentamientos entre ellos y los bandidos, pero también entre los bandidos y la policía. Hay muchas armas en circulación. Sí, es como una guerra civil.
¿Hay zonas del país que sigan siendo relativamente seguras?
En realidad, no hay zonas seguras. Los tres departamentos más afectados son los de Oeste, Centro y Artibonito, pero hay grupos que operan en casi todas partes. A menudo, en ciertos lugares de las provincias colocan a un cabecilla y a partir de ahí se expanden. Así que ningún departamento se libra, pero algunas zonas están más expuestas que otras, y también las ciudades y las carreteras principales. Así, por ejemplo, es muy difícil salir de la capital de Puerto Príncipe.
La Conferencia Episcopal Haitiana habló en 2021 de una «dictadura del secuestro» en Haití. ¿Qué querían decir con eso?
Los secuestros se dan en todas partes… Seas pobre, rico, intelectual o analfabeto, cualquiera puede ser secuestrado. Es una dictadura, una plaga que hay que combatir y que está ahogando a los haitianos.
¿Está la Iglesia en el punto de mira? Muchos sacerdotes y religiosos han sido secuestrados en los últimos años…
Sí, eso lo venimos diciendo desde hace tiempo. En 2021 fueron secuestrados los primeros sacerdotes y religiosos. En este año, 2024, fueron seis religiosas en enero, seis religiosos y un sacerdote en febrero y otro sacerdote el 1 de marzo. Los seis religiosos siguen todavía en manos de sus captores. La Iglesia no va a dejar solos a nuestros hermanos y hermanas. Pero, también cabe decir que hay muchos médicos secuestrados.
¿Hasta qué punto es peligroso ser obispo hoy en Haití?
Este es mi sexto año como Obispo de Puerto Príncipe, y es realmente muy complicado. Hasta ahora no he podido hacer ni una cuarta parte de lo que quería, porque tengo que gestionar el día a día; un día a día hecho de sufrimiento, violencia, disparos, pobreza y privaciones. Es muy duro. Hay que tener la cabeza bien puesta sobre los hombros. Nosotros, los obispos, intentamos trabajar juntos y dar testimonio juntos. No es fácil, pero tenemos que aceptar nuestra cruz para seguir a Cristo, especialmente, durante este tiempo de Cuaresma. Resistir y confiar en las oraciones y la solidaridad de la gente.
¿En qué medida se ve afectada su labor pastoral por la situación?
Se ve muy, muy perjudicada, especialmente en Puerto Príncipe, pues no puedo visitar dos tercios de mi diócesis, porque el acceso a ellos está bloqueado, y para llegar al sur de la diócesis, tengo que tomar un avión. Hace dos años que no voy a la catedral: una vez, estando en mi despacho, hubo muchos disparos y tuve que esperar cuatro horas antes de poder salir a celebrar la Misa. Las balas impactaron en la ventana de mi oficina. La última celebración que he podido hacer en la catedral fue la Misa crismal. Se llenó con 150 sacerdotes, muchos religiosos y fieles. Pero desde el Agnus Dei hasta el fin de la celebración oíamos disparos justo al lado. Podíamos ver el humo elevarse muy cerca de nosotros. Desde entonces no he podido volver a la catedral ni al arzobispado.
¿En qué estado de ánimo se encuentran los sacerdotes, religiosos y seminaristas?
Todo el mundo tiene miedo, incluidos los religiosos. En cuanto sales a la calle en Puerto Príncipe, corres peligro, y el seminario está en un barrio donde hay muchos tiroteos y enfrentamientos. Las bandas entran incluso en las iglesias para secuestrar a la gente, y hay parroquias cerradas porque los sacerdotes han tenido que marcharse. La semana pasada, un párroco tuvo que marcharse con sus feligreses: ¡caminaron durante 15 horas!
ACN apoya la formación de más de 200 futuros sacerdotes y de muchos catequistas en Haití. ¿De dónde saca la Iglesia fuerzas para seguir adelante a pesar de esta angustiosa situación?
Nuestro pueblo es un pueblo que quiere vivir. Es un pueblo que, en medio del sufrimiento, se muestra resiliente: está acostumbrado a sufrir… aunque el sufrimiento adquiere ahora proporciones terribles. Los seminaristas y los catequistas quieren cumplir una misión, y por eso aguantan y por eso se quedan aquí. Para ellos, su misión es vital. Por ejemplo, hace poco propuse una reunión para agentes de la pastoral, a la que esperaba que acudieran 120 personas. Al final, llegaron 220, y aunque no había sitio para todos ellos, permanecieron ahí de pie. Querían estar allí, con el Obispo, para recibir un poco de formación. Desafiaron el peligro para venir.
Eso demuestra la importancia de la fe en este contexto tan inseguro…
Sí… La gente sigue viviendo su fe en esta situación, ¡a pesar de esta situación! Aunque el día anterior haya tiroteos en el barrio, al día siguiente a las seis de la mañana, la iglesia está llena. Y hay personas que, pese al peligro, salen a visitar a los enfermos.
Para las procesiones o el Viacrucis -incluso en el centro de Puerto Príncipe- podemos tener hasta 50.000 personas. A veces me dejan atónito.
¿Cuál cree que es la tarea más importante de la Iglesia en esta situación?
Lo más importante es que la Iglesia siga reuniendo a la gente a pesar de las dificultades. A través de las predicaciones y los retiros para jóvenes intentamos reavivar su esperanza, animarlos a organizarse y no ceder a la resignación. Así, siempre que es posible, la Iglesia prosigue con su misión. Pero no es fácil. La consigna es ahora: ‘De un día para el otro’.
¿Cómo puede financiarse la Iglesia en esta difícil situación?
Algunas parroquias más o menos logran mantenerse. Para otras -la mayoría- es muy complicado. Los sacerdotes casi no reciben salario y muchos fieles son pobres. Los ricos se han ido al extranjero. Casi no tenemos ingresos.
Sin la ayuda de ACN, la Iglesia tendría muchas dificultades para funcionar. Si algunas parroquias siguen en pie es en parte gracias a ACN y, también, es gracias a vuestra ayuda que puedo llevar a cabo la formación de los fieles y los seminaristas, y darles un poco de esperanza.
ACN hace mucho por nosotros en Haití, y por eso me gustaría dar las gracias a todos sus benefactores, a los que tenemos presentes en nuestras oraciones y por cuya protección rogamos al Señor. No se olviden de nosotros. ¡Que Dios os bendiga!
El año pasado, ACN apoyó a la Iglesia en Haití con 60 proyectos. Los proyectos abarcaron entre otros el apoyo a la formación de seminaristas, religiosos, catequistas y laicos; programas para jóvenes y personas desplazadas de sus hogares; el equipamiento de tres emisoras de radio diocesanas; la instalación de paneles solares para, entre otros, la Conferencia Episcopal Haitiana y el arzobispado de Puerto Principe; así como retiros y estipendios para sacerdotes y ayudas de emergencia para religiosas.