Magda Kaczmarek, que lleva 32 años trabajando en Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), es responsable de proyectos en Ucrania, Bielorrusia, Bulgaria y los países balcánicos, donde, mayormente, los católicos son una minoría. Hace poco ha regresado de un viaje a Ucrania, y en esta entrevista habla de lo que vio y de las necesidades del pueblo ucraniano en estos momentos.
¿Cuántas veces ha visitado Ucrania desde la invasión rusa de 2022? ¿Es fácil entrar en el país y viajar por él?
Esta ha sido mi tercera visita desde la invasión rusa a gran escala. A Ucrania sólo se puede llegar en tren, autocar o coche. Nosotros volamos a Polonia y desde allí cruzamos la frontera en coche. Esta vez pudimos viajar a Kiev y a localidades vecinas como Irpin y Brovary, que han estado ocupadas por las tropas rusas y han sido destruidas por ellas.
¿Qué pensó al ver esas zonas asoladas por la guerra?
Me preguntaba continuamente ¿por qué los ucranianos son asesinados por sus vecinos? ¿Por qué destrozar sus vidas para siempre? En abril de 2022, vimos miles de desplazados en Ucrania occidental. El 80% eran mujeres con niños, ancianos y enfermos que intentaban salir del país o sobrevivir en los seminarios, monasterios y casas parroquiales que les abrían sus puertas, a la espera del fin de la guerra. Ahora allí hay menos desplazados, pero hay más en Ucrania central. Quince millones de personas han abandonado Ucrania oriental: siete millones han ido en Polonia o Europa Occidental, un millón a Rusia y siete millones son desplazados internos que permanecen en Ucrania occidental o central.
¿Cómo es el estado de ánimo? ¿Tiene la gente esperanzas de que las cosas mejoren pronto?
Es muy difícil saber lo que va a pasar. No se vislumbra un fin de la guerra, así que nadie puede responder a esa pregunta. La gente sólo desea la paz y la Iglesia reza constantemente con ellos por la libertad. Las familias quieren vivir juntas y no divididas; los niños quieren recuperar a sus padres, estar con sus amigos y jugar con ellos, no vivir con miedo y lejos de sus casas. Sus vidas han cambiado para siempre, nunca volverán a ser las mismas.
¿Qué es lo más difícil para los ucranianos y, especialmente, para los católicos?
En esta situación no podemos diferenciar entre católicos, ortodoxos u otros, pues todos están sufriendo. Millones de personas han perdido sus medios de subsistencia y han tenido que abandonar su hogar. Su mundo se ha derrumbado, no tienen trabajo. Ayudar a la gente en esta situación es una obra de misericordia y un gran reto para las Iglesias católicas locales.
¿Qué papel desempeña ACN en Ucrania en estos momentos?
El papa Francisco sigue pidiendo oraciones por la paz. Nosotros, como fundación pontificia, escuchamos al papa y compartimos su preocupación y sus llamamientos para que se ponga fin cuanto antes a esta terrible guerra.
Afortunadamente, nuestros benefactores han ayudado mucho y siguen siendo muy generosos. Ellos entienden el dolor de quienes sufren y viven afligidos y saben que las Iglesias católicas locales ayudan a todos los que llaman a sus puertas en busca de comida o refugio. Por otra parte, podemos asegurarles que nuestras hermanas y hermanos en la fe rezan todos los días por los benefactores y sus familias.
ACN también ha estado ayudando en Ucrania oriental. ¿Ha viajado allí? Y si no, ¿es fácil informarse?
Para nosotros es importante acudir allí y ver la situación sobre el terreno, pero es muy peligroso viajar a las regiones más difíciles del este de Ucrania. No obstante, estamos en contacto con los sacerdotes, religiosas y obispos que viven allí, ellos nos informan de la situación y de cómo intentan vivir cada día como si fuera el último.
¿Cuál es el ambiente en la Iglesia católica en Ucrania durante el tiempo pascual?
Esta es la segunda Pascua de esta terrible guerra y, también en esta, Ucrania vive un vía crucis en el que mueren y sufren muchísimos inocentes. Sin embargo, tenemos la esperanza de que al final se logre la victoria a través de la resurrección.
¿Cuáles son allí las prioridades de ACN para el futuro?
Es importante que no nos cansemos de ayudar, que sigamos apoyando a sacerdotes y religiosos para que puedan sobrevivir y continuar su labor pastoral predicando el Evangelio y dando a conocer a Dios a quienes lo buscan.
Sin embargo, el mayor reto para la Iglesia local será curar las heridas en el alma de tantísimas personas, especialmente de los niños. La rehabilitación es un reto importante, al igual que la formación psicológica de los sacerdotes o las religiosas relacionadas con la atención pastoral. Según el arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk, jefe de la Iglesia greco-católica ucraniana, el 80% de la población necesita este tipo de apoyo. ACN está dispuesta a prestar ayuda en este sentido.
Por tanto, por favor, no dejéis de rezar por la paz en Ucrania y no os olvidéis de quienes dependen de vuestra generosidad.