Muchas familias de Siria, conmocionadas y con sus casas destruidas o dañadas tras el terremoto, han optado por dormir en iglesias, conventos e incluso hospitales. Ante esta nueva tragedia, los sirios piden el fin de las sanciones.
Siria lleva casi doce años en guerra, pero para muchos habitantes de Alepo y otras ciudades afectadas, el devastador terremoto del 6 de febrero ha sido aún más traumático.
“Cuando les preguntas a los habitantes de Alepo por la guerra, expresan sentimientos de dolor, miedo, desesperación por el futuro, pérdida de seguridad, etc. Utilizan muchas expresiones diferentes para describir los últimos doce años de guerra. Pero si les preguntas por el terremoto al que acaban de estar expuestos, la respuesta es una sola palabra: horror”, dice a Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) la Hna. Annie Demerjian, una religiosa católica que vive y trabaja en la ciudad.
“Imaginaos que estáis en la cama a las cuatro de la mañana y el suelo empieza a temblar violentamente. Las puertas se abren, los cristales se rompen, las paredes se tambalean violentamente, desde fuera llegan gritos y el atronador ruido de los derrumbamientos y sólo un grito emerge de las profundidades del terror: ¡Oh Señor! Menos de un minuto ha sido peor que toda la guerra. En una guerra hay zonas seguras y otras en crisis, pero aquí, todo el país está en crisis”, añade.
“Nuestro hospital podría derrumbarse”
Anne Marie Gagnon de las Hermanas de San José de la Aparición, otra de las personas que colaboran con ACN sobre el terreno, es la directora del principal hospital católico de Alepo- el de San Luis-. Esta religiosa está muy ocupada ayudando a los supervivientes del terremoto, que ha causado una destrucción a gran escala en esta ciudad.
En un mensaje a ACN, enviado el mismo día de la catástrofe, la religiosa cuenta que “en Alepo se han desplomado muchos bloques de viviendas, y hay muchos muertos y heridos. Y, para colmo, llueve y hace mucho frío”.
“Acabamos de operar a dos heridos. Tenemos en el hospital a una familia cristiana cuyos miembros han muerto en el terremoto, y estamos esperando la llegada del sacerdote fallecido, el padre Daher”, añade la religiosa.
El hospital ha permanecido en pie, pero se teme que sea inseguro a causa de los daños estructurales que ha sufrido. “En nuestro hospital hay una parte que parece que va a derrumbarse, las piedras se han movido y tememos que cedan, pero ahora mismo estamos sobre todo centradas en atender gratuitamente a los heridos”, nos comunica la Hna. Anne Marie.
Sin un lugar a donde ir
El desmoronamiento de edificios es un temor recurrente en una ciudad que aún no se ha recuperado de años de combates y bombardeos, razón por la cual la estructura de muchos edificios ya estaba debilitada. Las iglesias también se han visto afectadas, entre ellas, la catedral sirio-ortodoxa de San Jorge.
Pero algunas familias no tienen adónde ir si no. “La gente acude ahora a las iglesias y conventos y al hospital para preguntar si pueden quedarse allí hasta que pase la crisis. Muchos edificios tienen fisuras, y los que viven en un cuarto o quinto piso tienen miedo a quedarse allí. Nosotras hemos colocado colchones en el suelo para que nuestro personal pueda dormir aquí”, explica la directora.
La Hna. Arlene, una Carmelita, también de Alepo, corrobora lo anterior. Aunque su comunidad sea de clausura, ante este trágico suceso, las religiosas han abierto sus puertas a las personas que buscan ayuda. “Las familias tienen miedo, no quieren volver a sus casas y buscan un lugar donde pasar la noche. Nosotras tenemos aquí a cinco familias a las que damos cobijo. Otras familias están acudiendo a las escuelas o a las iglesias”.
“Tal vez, si la noche es tranquila, regresen a casa, pero sus hogares están dañados. Esta noche, como congregación, rezaremos por la paz. Las personas que albergamos están conmocionadas y no hablan mucho. ¡Hay tantos heridos y muertos!”, añade.
“¡Hay que permitir la entrada de ayuda humanitaria!”
Aunque Siria no sea el único país afectado y aunque los daños y muertes podrían ser significativamente mayores en Turquía, este terremoto es para Siria una catástrofe más a añadir a una larga lista.
“Primero la guerra, luego el COVID, después las sanciones y ahora un terremoto. La gente es muy pobre: no tienen ni dinero para comer ni aceite para cocinar ni grano”, explica la Hna. Anne Marie a ACN.
Muchos países occidentales y de la región y varias organizaciones ya han prometido ayuda, pero los sirios esperan más. “Necesitamos que modifiquen las sanciones. Pedimos a nuestros benefactores que recen por nosotros y que recen por que se ponga fin a las sanciones. Es preciso que hablen con las potencias europeas”, urge la Hna. Anne Marie.
Thomas Heine-Geldern, presidente de ACN, también ve la urgencia de actuar respecto a las transferencias bancarias destinadas a ayuda de emergencia: “Es nuestro deber ayudar a la población civil que sufre en Siria, y especialmente a la minoría cristiana, que corre riesgo de desaparecer. En su nombre les ruego que apliquen el marco jurídico internacional existente, que permite exenciones al embargo por motivos humanitarios”, insta Thomas Heine-Geldern, presidente de ACN.