Un duro golpe para la educación femenina
El secuestro de unas 25 alumnas de la Government Girls’ Comprehensive Secondary School de Maga, en el estado de Kebbi, al noroeste de Nigeria, ha sumido a la comunidad en una profunda conmoción.
Según una fuente local consultada por la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), el ataque sorprendió a los habitantes en un momento en que parecía que la violencia había disminuido en la región:
“Justo cuando pensábamos que había una pequeña pausa en los asesinatos y secuestros, la noticia del secuestro de unas veinticinco chicas —aún no sabemos las cifras exactas— ha sido un golpe brutal, sumiendo a la comunidad en gran dolor”.
La fuente explicó que los bandidos asaltaron la escuela alrededor de las 3 de la madrugada, operando durante varias horas sin resistencia. También informó que:
“El subdirector del colegio, Mallam Hassan Yakubu Makuku, fue asesinado mientras intentaba proteger a sus alumnos”.
Miedo, incertidumbre y clamor por ayuda
La comunidad permanece sobrepasada por el temor y la falta de información, e insiste en exigir una acción urgente de las autoridades:
“Todas las familias de la zona están unidas en oraciones y apelan al gobierno para que haga todo lo posible para rescatar a los niños”.
La escuela se encuentra en una zona religiosamente diversa. El distrito de Danko/Wasagu es considerado un enclave particular dentro del norte de mayoría musulmana:
“Por eso muchas de las alumnas son cristianas, igual que el subdirector asesinado”, aseguró la fuente.
Aunque ningún grupo ha reivindicado el secuestro, los primeros testimonios indican que los atacantes portaban armamento moderno y sofisticado, señal del creciente nivel de organización del crimen en el noroeste del país.
Una región remota y vulnerable
Maga está situada en un área de difícil acceso, lo que dificulta la respuesta de las fuerzas de seguridad:
“La comunidad se encuentra en una zona remota entre la diócesis de Sokoto y Kontagora”, detalló la fuente.
Kebbi ha registrado con anterioridad ataques contra centros educativos, fenómeno recurrente en el norte del país y que ha generado un clima de inseguridad prolongada. La fuente consultada lamentó:
“El ataque constituye un duro golpe para la educación femenina, de las niñas, que es un logro frágil y bastante raro en esta parte del país”.
El ataque evoca los traumáticos secuestros de Chibok en 2014 y Dapchi en 2018, cuyas consecuencias siguen presentes en la memoria nacional y simbolizan el agravamiento de la crisis de seguridad en Nigeria.