Más de mil personas, procedentes de más de treinta países, participaron en la peregrinación del Jubileo de la Esperanza y fueron testigos de la elección del Papa León XVI en la Plaza de San Pedro.
Un clima de profunda alegría y sincera devoción caracterizó la reciente peregrinación organizada por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), que reunió en Roma a personal, voluntarios y benefactores de más de treinta naciones.
La peregrinación se llevó a cabo del 7 al 10 de mayo e incluyó momentos de oración, como misas y el rezo del rosario, así como conferencias y testimonios de personas vinculadas a proyectos de ACN y de la Iglesia perseguida. También hubo espacios para disfrutar de la Ciudad Eterna. Los peregrinos tuvieron, además, la oportunidad de cruzar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, uno de los momentos más significativos del Jubileo.
Inicialmente, el punto culminante iba a ser una audiencia con el Papa Francisco. Sin embargo, se transformó en una ocasión histórica al presenciar, en la Plaza de San Pedro, la elección y presentación del Papa León XVI y recibir de cerca su bendición Urbi et Orbi.
«Fue una peregrinación extraordinaria, en el más pleno sentido de la palabra. Tuvimos la gracia, justo al finalizar la misa de apertura de nuestra peregrinación, el jueves por la noche, de escuchar el anuncio del ‘Habemus Papam'», relató Marco Mencaglia, director de proyectos de ACN Internacional, quien describió la experiencia como un «momento de gracia que todos llevaremos en el corazón cada vez que veamos a León XVI. Al día siguiente, el 9 de mayo, cruzamos la Puerta Santa de la Basílica Vaticana, lo que para nosotros, peregrinos, fue profundamente conmovedor, a la luz de la alegría recibida el día anterior».
Los benefactores de ACN presentes en Roma también tuvieron la oportunidad de encontrarse con el presidente de la fundación internacional, el cardenal Mauro Piacenza, quien, a sus 80 años, no participó en el cónclave. El purpurado los exhortó a recordar que la pasión del Señor no es un acontecimiento pasado, sino una realidad que continúa en muchas partes del mundo actual. «¿Dónde está Jesús en agonía hoy? En innumerables lugares y situaciones. Jesús sigue clavado en la cruz por todas estas urgencias de evangelización y sufrimiento hacia las que la Iglesia se inclina. Los clavos son las injusticias, heridas, discriminaciones, intolerancia, falta de libertad, destrucción y violencia que padecen muchos de nuestros hermanos y hermanas. Jesús no puede bajar de la cruz si no le quitamos esos clavos… Y aunque no podamos eliminarlos todos al mismo tiempo o en todas partes, debemos hacer todo lo posible por crear conciencia y, al menos, comenzar quitando esos clavos de nuestro propio corazón».
«Ante ciertas situaciones extremas, algunos se preguntan: ‘Dios, ¿dónde estás? ¿Por qué no haces algo?’. A esta pregunta desgarradora hay una respuesta que interpela nuestra conciencia: ‘Por supuesto que hice algo. ¡Los creé a ustedes!'», afirmó el cardenal en su discurso inaugural a los peregrinos.
El sábado 10 de mayo, durante la misa de clausura en la Basílica de Santa María la Mayor, el cardenal Piacenza recordó la misión de ACN: «ayudar a Cristo en su obra de salvación, ayudarlo a darse a conocer, a ser amado, a salvar a la humanidad, sosteniendo la vida de la Iglesia allí donde enfrenta mayores dificultades. Podemos definir nuestra labor, que por gracia se nos permite realizar, como una colaboración eficaz en la edificación de la Iglesia, obra indispensable para construir un mundo mejor».
La peregrinación a Roma fue, sobre todo, una oportunidad para que ACN mostrara a sus benefactores que esta misión se realiza en un espíritu de profunda comunión, que une a los fieles de países económicamente privilegiados con aquellos que sufren pobreza, abandono o persecución. San Pedro, ya sea representado por Francisco o por León XVI, es el signo visible de esa unidad de toda la Iglesia. Los testimonios de víctimas de la persecución en países como Ucrania, Burkina Faso, Líbano y Siria reforzaron este mensaje.
Este punto fue enfatizado por el arzobispo John Joseph Kennedy, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, durante su homilía del 8 de mayo en la Basílica de San Juan de Letrán. «Es por gracia que nosotros estamos en posición de dar y ayudar. Fácilmente podría haber sido lo contrario. Podríamos ser nosotros quienes esperáramos ayuda. Podríamos ser nosotros quienes tuviéramos que mendigar. Seamos siempre agradecidos», exhortó.
El arzobispo recordó a los peregrinos que «en el centro de nuestro encuentro y de nuestra oración de hoy está el recordatorio urgente de uno de los aspectos más esenciales de nuestra identidad cristiana: nuestra llamada a servir a los pobres y necesitados. Esta misión espiritual y práctica que Cristo nos confió no es una sugerencia ni un añadido opcional. Ha estado en el núcleo mismo del mensaje evangélico durante dos mil años y constituye una expresión concreta e integral del mandamiento de Cristo al amor. Es, sin exagerar, un barómetro eficaz y una medida de cómo amamos a nuestro prójimo».