A pesar de los mil días de guerra en Ucrania, el sacerdote Lucas Perozzi, ha permanecido en el país desde el comienzo de la guerra. Este misionero brasileño, que agradece a ACN la ayuda que sigue prestando, permanece fiel a su compromiso de difundir el Evangelio. El sacerdote Lucas Perozzi se encontraba en Ucrania cuando Rusia lanzó la invasión a gran escala contra el país en 2022. No obstante, en lugar de huir a su patria, Brasil, el sacerdote permaneció allí para seguir atendiendo a su rebaño en Kiev, que, según dice, muestra signos de tremendo agotamiento y desesperanza.
“Nos acostamos con el aullido de las sirenas y nos despertamos con el aullido de los bombardeos”, dice el sacerdote a ACN. “Las sirenas suenan sin parar. Psicológicamente, la gente está cansada, muy asustada y sin esperanza. También, sufrimos el problema de la crisis económica: todo es cada vez más caro, es una situación muy difícil”.
El efecto de este estado de ánimo es que, tras meses de pánico cada vez que sonaban las sirenas, la gente adopta ahora una actitud más despreocupada, con gran riesgo personal. “Así no se puede vivir. Los primeros seis meses corríamos a los búnkeres, pero ya no. Cuando llegue nuestra hora, llegará. Solo Dios sabe cuándo. Puede ser un misil o un ataque al corazón. Dios es el Señor de la vida, esa es la realidad, y hemos llegado a aceptarlo”, explica el misionero brasileño
Recientemente, el sacerdote Perozzi se encontró en una situación difícil, cuando decidió salir por la noche para despejarse. “Estaba cansado y salí a pasear para relajarme antes de acostarme, cuando se produjo un ataque con drones”, relata a ACN. “En ese momento, la defensa antiaérea entró en acción y empezó a destruir los drones, y yo lo presencié todo. De repente, me di cuenta de que a mi alrededor caían fragmentos de los misiles anti-drones, como si fuese lluvia, y podía oír cómo grandes pedazos de metal se hacían añicos en el suelo. Pensé: ¡por el amor de Dios!, he sobrevivido durante tanto tiempo a esta guerra, ¿voy a morir por una estupidez como esta? Corrí, cubriéndome la cabeza con las manos y logré llegar a casa sin ser alcanzado”.
A pesar del agotamiento por la guerra, el sacerdote Perozzi sigue fiel a su misión, aunque cada vez sea más difícil llevarla a cabo: “Nuestra misión es difundir el Evangelio, pero no es nada fácil. La gente necesita esperanza, necesita a Dios, lo sagrado, pero ya nada los consuela. Han renunciado a buscar. Se han vuelto apáticos, están desilusionados”.
Uno de los pocos rayos de esperanza en esta situación es la ayuda que presta ACN, que continúa apoyando a la Iglesia católica local en Ucrania. “Todas las parroquias han recibido ayuda para organizar campamentos de verano para los niños, y eso es muy importante porque viven en permanente estado de alarma y soportan un estrés constante, lo cual da lugar a peleas entre ellos”, asegura. “Por eso es importante sacarlos de ese ambiente. En mi parroquia organizamos un campamento en las montañas, donde no hay sirenas antiaéreas ni misiles y allí pudieron descansar, jugar, hablar entre ellos y pudimos ofrecerles atención pastoral, como misas y catequesis”.
Otro aspecto central de la misión de la Iglesia en estos tiempos de guerra es atender a las personas traumatizadas, lo cual requiere una formación específica que ACN está contribuyendo a proporcionar.
“Necesitamos estar cualificados para poder trabajar con personas que han estado en el frente, con padres que han perdido a sus hijos y con niños que han perdido a sus padres. Todo lo que esté relacionado con estos traumas, lo cual no es fácil, pues es un tema nuevo para nosotros. No obstante, lo hacemos todo con gratitud; estoy contento con mi misión y dispuesto a llevarla a cabo. Mientras estemos con vida, tenemos la misión de anunciar el Evangelio”, concluye el sacerdote Perozzi.