Misionero de Sahara Occidental

Misionero de Sahara Occidental: «la fe no cambia la situación, pero ayuda a los migrantes a soportar el peso»

La migración se ha convertido en una realidad inhumana y deshumanizante, y la comunidad  de la región del Sahara occidental se enfrenta a desafíos cada vez mayores. Durante una visita en la sede central de la Fundación Pontificia Internacional ACN, el sacerdote oblato Mario León Dorado, misionero de Sahara Occidental, habló de la difícil pero comprometida labor de la pequeña comunidad católica para acompañar a la población local y a los migrantes. 

Desde su llegada, en 1954, la Iglesia católica ha mantenido una presencia constante en la región de Sahara occidental. Cuando en 1975 la región dejó de ser un protectorado español, la Iglesia decidió quedarse a pesar de que la mayoría de la población no autóctona abandonó la región.  

Este gesto de perseverancia no pasó desapercibido para la población restante, como explica el prefecto apostólico y misionero oblato, Mario León Dorado: “La población local siempre ha visto con muchísimo respeto nuestra presencia. Defienden a la Iglesia como parte identitaria de la región del Sahara occidental”. Un ejemplo de esto, cuenta el sacerdote español durante la visita a ACN, es que cuando una de las dos iglesias católicas iba a ser demolida por las máquinas en el marco de una reestructuración urbanística, fue un saharaui en silla de ruedas el que se puso enfrente de las máquinas, la defendió y consiguió salvarla del derribo. “Curiosamente hoy en día esa iglesia es patrimonio cultural”, añade sonriendo. 

La pequeña comunidad católica de esta región cuenta con dos parroquias; una en el norte, El Aaiún, y una en el centro-sur, en Dajla. “Apenas son 50 o 60 feligreses en cada una, un número pequeño, pero significativo”, según el padre Mario, “un crisol de nacionalidades, con personas de todo el mundo que llegan en busca de oportunidades económicas o que hacen una parada en su camino para seguir hacia Europa”.

La presión familiar y las expectativas sociales a menudo empujan a estos individuos a arriesgar sus vidas en busca de un futuro mejor para sus seres queridos, aunque la libertad de elección está muy lejos de ser una realidad para muchos de ellos. Sin embargo, las rutas más cortas están controladas desde hace unos años por Marruecos lo que ha forzado a muchos a lanzarse al mar desde Senegal o Mauritania, enfrentándose a un peligroso trayecto de hasta 1.600 kilómetros en frágiles botes o lanchas. Casi todos se enfrentan a la dura realidad de las mafias que controlan las rutas migratorias. 

La política de no dar visados a nadie no puede ser la solución. La mafia es inmisericordiosa y dejar el flujo migratorio en sus manos es un grave problema”, subraya el sacerdote. La falta de oportunidades en sus propios países y la desinformación son otros factores, según el misionero, que contribuyen a la migración forzada. “Según la ONG Caminando Fronteras, en 2023, más de 6.000 personas fallecieron en el Atlántico, y en los primeros cinco meses de 2024, casi 5.000 han perdido la vida intentando llegar a Europa”, explica consternado. 

El sacerdote recalca la importancia de abordar estos problemas y aboga por un enfoque integral que incluya el fomento del desarrollo en los países de origen, así como la provisión de información veraz y la protección de los derechos de los migrantes: “Muchos de estos migrantes llegan engañados, sin saber realmente a qué se enfrentan. Ofrecer información precisa es esencial para que puedan tomar decisiones correctas sobre su futuro. Al mismo tiempo, es fundamental que aquellos que deciden regresar a sus países de origen no sufran discriminación o estigmatización por no haber cumplido con las expectativas impuestas”, recalca el misionero oblato. 

 

El prefecto apostólico destaca que “la mujer es el eslabón más vulnerable en el  terrible mundo de la inmigración ilegal”. Explica cómo en un régimen conocido como «cama caliente«, donde hasta 14 personas comparten una habitación, rotando constantemente para compartir los gastos, muchas de ellas sufren abusos. Otras no ven otra opción para escapar de la pobreza que la prostitución. Acaban embarazadas y sin recursos porque en ese estado no les permiten trabajar. En el 90% de los casos los padres abandonan a la madre y deja a esta última en una situación desesperada. 

El padre Mario recuerda la desgarradora historia de una mujer cristiana de Costa de Marfil que llegó a la parroquia después de tres intentos fallidos de salir de su país. Fue víctima de robos, traiciones y detenciones, y llegó al borde del suicidio. “Aunque la Iglesia no puede cambiar su situación, su apoyo le permitió sobrevivir. Cristina tenía tres deudas y un bebé; la parroquia la puso en contacto con una psicóloga y le ofreció el consuelo que necesitaba.”

Con 40.000 migrantes en la prefectura, la labor de la Iglesia es compleja y más necesaria que nunca. “La fe no cambia la situación, pero ayuda a soportar el peso”, afirma el prefecto. Se trata no solo brindar apoyo material y educativo, sino también ofrecer un espacio de escucha, de acompañamiento y alimentar la esperanza. 

El trabajo de la Iglesia aquí se centra en los pequeños gestos que marcan una diferencia. Como el esfuerzo por hablar con las madres para que registren a sus hijos al nacer. Un niño no registrado es un niño invisible, sin acceso a vacunas, educación y aún más vulnerable si su familia decide emigrar. Los mediadores de Cáritas ayudan a asegurar que estos niños tengan un lugar en la sociedad”.

Aunque la comunidad religiosa en la región sea pequeña, su presencia y dedicación son invaluables, como señala el padre León Dorado: «Aunque estemos solo dos o tres… En nuestras misas no tenemos una filarmónica, pero tenemos un coro. No podemos olvidar que al pie de la cruz no había mucha gente. Aquí, en la región del Sahara occidental, la fe se vive en los pequeños dones que la vida, mejor dicho, Dios… nos da; en la resistencia frente a la adversidad y en la constante lucha por preservar la dignidad humana”.

El prefecto apóstolico agradeció a ACN y presentó un nuevo proyecto para apoyar la construcción de un piso para tres religiosas de México y Brasil que se encargan de Cáritas y de la parroquia. Estas religiosas están ofreciendo cursos preescolares para niños de familias vulnerables y madres solteras.

 

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